A esos seres supremos de los «cien brazos»,
de las cien almas, de los cien secretos,
que nos dan sombra, alimento y sabiduría,
que cuidan el agua que baja de los cielos y hace posible la vida.
A ellos, me inclino reverente
Como sumisa criatura que ha de cuidarlos
porque de ellos depende
gran parte de mi razón de ser.