Del dolor que un día atravesó mi costado…
Como la espada ardiente de tu nombre
nada queda
Te he buscado en las ciudades vendadas de luces…
a la noche
y durante el día entre sus muchedumbres bullentes
en los dulces estuarios de los grandes ríos transparentes
o cargados de loes y de lotos
en el mar, en sus crepúsculos sangrientos o topacios
en las nubes de los Andes cuando al ocaso encarnan
figuras misteriosas
Detrás de los titilantes espejismos de los desiertos
en las plácidas bahías azules
en los atolones de rocas de olas translúcidas
donde Gauguin pintaba la desnudez de las mujeres
y el hieratismo sagrado de los ídolos
En los basaltos de Galápagos golpeados por la pleamar
de espuma y soledad
en el murmurante rumor de sus escolleras al amanecer,
en medio del círculo de petreles que guarnecen
la Corona del Diablo
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DEL TIEMPO CIRCULAR
Andrómeda me hace una señal obscena
desde la noche azul obscura
-ya ven, parece decirme su llamada
mas yo no le hago caso todavía
aún quiero palpar el vientre de la tierra,
sus tibios gusanos ciegos, sus semillas
las dulces colinas de sus senos
sus montañas de muslos enormes,
acostarme sobre la verde hierba susurrante de su pubis
sentir encima el sol quemando entre los párpados y la córnea.
Casi horizontal al suroeste Aldebarán
guiña un sulfuro delicuescente
de la misma piedra topacio amarillenta que me robaron un día.
Mi corazón titilante busca escaparse
para atrapar sus orines humeantes nebulosos
alcanzo a agarrarle con las dos manos
y hundirle en su caverna tenebrosa