Andrómeda me hace una señal obscena
desde la noche azul obscura
-ya ven, parece decirme su llamada
mas yo no le hago caso todavía
aún quiero palpar el vientre de la tierra,
sus tibios gusanos ciegos, sus semillas
las dulces colinas de sus senos
sus montañas de muslos enormes,
acostarme sobre la verde hierba susurrante de su pubis
sentir encima el sol quemando entre los párpados y la córnea.
Casi horizontal al suroeste Aldebarán
guiña un sulfuro delicuescente
de la misma piedra topacio amarillenta que me robaron un día.
Mi corazón titilante busca escaparse
para atrapar sus orines humeantes nebulosos
alcanzo a agarrarle con las dos manos
y hundirle en su caverna tenebrosa